Hablemos de Gente hablando: “El chiste”

Hablemos de Gente hablando: “El chiste”

Hablemos de Gente hablando: “El chiste”

Esta semana me gustaría compartir con vosotros el análisis del capítulo de la serie Gente hablando titulado El Chiste, protagonizado por Álvaro Carmona y Manuel Burque.

El Humor y sus límites

Este capítulo abre la reflexión sobre un tema de máxima actualidad, que es, dónde colocar los límites del humor, de qué se puede bromear y de qué no, o quién o qué define la fina línea que separa lo que es motivo de sonrisa de lo que duele u ofende.

Cuando bromeamos a nivel “de andar por casa”, el mismo contexto (familia, amigos, compañeros de trabajo), te devuelve un feedback casi inmediato de la aceptabilidad o rechazo de la broma, con la consecuente oportunidad de remediar o matizar la misma, o de reforzar esa línea de humor si experimentas que ha sido bien aceptada. Además, seamos sinceros, en entornos conocidos, un@ tiene claves más que suficientes para intuir si la broma será bien recibida o si será una bomba de relojería.

El humor, no tiene que ver de forma exclusiva con una ideología per se

Sin embargo, el humor que es lanzado a amplios foros corre el peligro de ofender, porque, aunque el chiste caiga en un contexto con una línea de pensamiento compartida (determinada cadena de televisión, periódico, revista o emisora de radio), el humor, no tiene que ver de forma exclusiva con una ideología per se, sino con la fina piel que envuelve nuestras cicatrices de vida, nuestras creencias, nuestros valores y por qué no decirlo…con la capacidad de reírse de uno mismo ante las miserias de su vida. Y en públicos amplios, la heterogeneidad es tan extensa como la singularidad de cada individuo.

El humor a mi modo de ver es como la cartera, que a cada uno le duele cuando le tocan la suya, y este es el meollo del capítulo: que se apela “a la humanidad” y al respeto a la hora de argumentar que de todo no se puede hacer bromas (cuando nos sentimos aludidos u ofendidos en primera persona), mientras que se esgrimen argumentos de libertad de expresión (cuando no somos parte de la misma), para opinar de cualquier tema con el salvoconducto del humor…el cual parece que te legitima para hablar de cualquier cosa y de cualquier manera.

El Backstage

La trama se desarrolla en el camerino de un monologuista cuyo amigo le va a saludar tras la función. Para mi no es casual el escenario elegido, pero si así lo fuera, me resulta una metáfora maravillosa, porque la sensibilidad emocional que genera a veces cierto tipo de humor tiene que ver con eso, con lo que ocurre o ha ocurrido “en la parte de detrás de nuestras vidas”, en la cara B que tratamos de sobrellevar y tendemos a ocultar. Así pues, en la intimidad, detrás del escenario ya el amigo va desgranando girones traumáticos de su vida que le hacen revolverse y cuestionar los límites del humor, porque lejos de hacer reír, resulta ácido o doloroso.

“Siento lo que te pasó en tu vida, pero no haber dicho el chiste (que te afectó tanto)”

Como nos tiene acostumbrados Álvaro Carmona, nos agita la cabeza de un personaje al otro para ver con quien de los dos nos identificamos y acabar en conflicto porque ambos en general y ninguno en exclusiva tiene la razón.

Así, el amigo sufridor de una experiencia traumática objeto de uno de los chistes logra “perdonar” al actor argumentando que desconocía su desgracia previamente y por lo tanto le eximía del mal gusto del chiste, mientras que el monologuista le indica que aun sintiendo en calidad de amigo la desgracia de su vida, no se arrepiente del hecho de haber parodiado con ello.

Es aquí donde arranca todo el debate central sobre el humor y los límites. El desconocimiento de cada historia personal no te protege de la certeza de que alguien pueda sentirse ofendid@, pero tampoco un@ puede blindar el humor ante la infinidad de desgracias vitales o sensibilidades que puedan aflorar.

Si voy quitando chistes que van molestando a toda la gente…me quedo sin show…

El actor lo deja claro “Si voy quitando chistes que van molestando a toda la gente…me quedo sin show…que haya hecho humor sobre algo terrible no quiere decir que no sea algo terrible, de hecho, es todo lo contrario”. Es aquí donde se empieza a combinar en la discusión el concepto de humor como algo genérico donde no todo vale, pero con la sensibilidad y el enfado de algo muy concreto que de manera personal a mi me afecta (de ahí que solo le cuestione el hecho de poder quitar el chiste que a él le resulta ofensivo, pero no el resto que pueda afectar a otros colectivos).

A medida que transcurren los minutos un@ puede reflexionar sobre los diversos matices que puede esconder la pregunta inocente que el actor le lanzó a su amigo nada más encontrarse: ¿hay algo que te haya molestado? Lejos de ser una pregunta que tanteara la posible ofensa con intención de repararla, parece esconder la necesidad de valorar el grado de acidez del show como predictor de éxito del mismo. De ahí su argumentación central en la que afirma que “la comedia tiene que ir más allá, tiene que incomodar, tiene que provocar risa haciéndote pensar cosas que no son para nada de risa…por eso cuanto más espinoso el tema mejor”.

Quieres que adapte mi monologo a tu política de traumas

En este capítulo se tocan dos planos de manera muy inteligente: el abstracto y generalista (uno no puede ir haciendo humor de todo ni de cualquier manera por respeto) y el personal (cuando respectivamente se sienten ofendidos o “tocados” en su historia). Y se van entrelazando diálogos de ambos y se tocan heridas de distinto calado, unas correspondientes a situaciones traumáticas difíciles de superar, y otras a un nivel más narcisista en cuanto al orgullo o necesidad de ser reconocido o sentirse descalificado.

Esta discusión que parece imposible de solucionarse al quedarse argumentalmente “en tablas” y escalar acusaciones tan duras como reales  tales como “quieres que adapte mi monologo a tu política de traumas”, logra resolverse, o mejor dicho distenderse, aplicando lo defendido sobre sí mismo. Así, el actor, logra disculparse en el plano de la amistad genuina, a la vez que hace un auto-chiste sobre algo que le hizo “pupa” en su ego en el intercambio de explicaciones. Esto hace sonreír al amigo al no verle como un insensible hacia los demás, sino que realmente logra reírse también de cosas que le afectan a él mismo.

Y en terapia…

¿Y que traducción o sentido tiene este capítulo en términos de lo que vemos en terapia? Pues fijaros, aquí la cuestión que más trabajo terapeuticamente es la diferencia entre el humor y el sarcasmo. La capacidad de escuchar lo que al otro le ofende y determinar cuándo, por qué y para qué se usa la broma. Es muy común en terapia de pareja ver como una de las partes se siente ofendido ante ciertos comentarios vertidos tras una sonrisa. Este punto aparentemente banal, nos lleva a desgranar elementos tan fundamentales como el tipo de comunicación, el humor como facilitador…o como tinta de calamar para esconder de forma envenenada quejas claves de la relación.

Esto nos lleva siempre a explorar en “la rebotica” sensibilidades individuales provenientes de historias no resueltas y que se activan no solo por “culpa” del otr@, sino porque yo mism@ no las tengo colocadas y superadas y eso me hace responder de forma más sensible o sentirme vulnerable… De hecho, el humor que mejor soportamos es aquél que uno mismo hace de sus dificultades o limitaciones personales, porque queda legitimado al instante al coincidir las figuras del protagonista y del humorista…

En el plano personal, para que un chiste tenga gracia nos tenemos que reír los dos…

Creo que el sentido común es un buen indicador de la intensidad que me puedo permitir en mis intervenciones sociales en clave de humor, pero sobre todo la honestidad y reflexión del para qué lo hago…porque si es para incomodar, o provocar, tendré que asumir y reconocer que esa era mi intención, y no argumentar que la piel del otro es muy fina o que nada más lejos de mi intención cuando alguien se queje al respecto. Del mismo modo, si cuando hago un chiste o una afirmación con “humor” y mi objetivo sincero es hacer reír, tendré que observar la respuesta del otr@, porque si esta no encaja con mis expectativas de partida…un@ tiene que ser capaz de recapacitar y reparar el posible daño ocasionado, porque seamos honestos…en el plano personal, para que un chiste tenga gracia nos tenemos que reír los dos…

1 Comentarios

  1. GABRIELA
    12.02.2019 at 10:03 pm
    Responder

    Cada vez admiro más la agudeza y profundidad con la que Esther Ortega desgrana, desde un punto de vista psicológico, cada uno de los episodios de «GENTE HABLANDO».

    La extrapolación de la temática que semanalmente analiza coincide con situaciones trabajadas en terapia en sus consulta;, lo que me motiva a ser una fan de esta serie tan diferente a las demás. Es siempre un placer disfrutar de diálogos inteligentes que hacen reflexionar.

    Desde luego, Álvaro Carmona tiene un don para plasmar con humor escenas actuales que no dejan indiferente. Hace fácil lo que en sí mismo es difícil, con gran agudeza, consiguiendo además involucrar al espectador en la «polémica» que trata en cada episodio. ENHORABUENA!

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