Hablemos de Gente hablando: “El astronauta”

Hablemos de Gente hablando: “El astronauta”

Hablemos de Gente hablando: “El astronauta”

Comienzo mi análisis sobre la serie Gente hablando de Álvaro Carmona,con el capítulo titulado "El Astronauta".

Con la sencilla excusa de elegir un disfraz para su hijo, se abre en este capítulo un debate de lo más interesante en términos de crianza. El precio desproporcionado del traje para su hijo genera un debate aparentemente nimio entre un padre que justifica el coste si eso ayuda a conseguir el sueño de su hijo de ser astronauta el día de mañana, y la contundencia de una madre que no está dispuesta a tirar la casa por la ventana con cada capricho que el niño tenga con ilusionantes apuestas futuras y posteriores abandonos u olvidos de estas al perder interés.

Con este sencillo tema, que en cualquier familia puede darse en el momento en el que el niño duerme y los padres hablan sobre el día a día, se instala la dicotomía entre creer a pies juntillas en las capacidades y sueños de un hijo (“mi hijo podrá ser todo lo que se proponga”), y la postura de que “podrá intentar ser lo que se proponga pero eso no significa que eso lo acabe siendo”.

Así se muestra la proyección ilusionante de que un hijo pueda tocar el cielo si así lo desea, (y la fantasía de que sólo con creerlo será un predictor de éxito), y el dolor que causa el aceptar que un hijo podrá tener muchas virtudes, luchar por lo que le apasione, pero que luego las capacidades reales, el esfuerzo, la tenacidad y las oportunidades le facilitará llegar más o menos lejos.

La trama es excelente en el sentido que nos coloca entre un hombre que afirma que ser padre es creer por encima de todo en un hijo, incluso siendo irracional, argumentando que como padre tiene que creer en él siempre solo por el hecho de ser sangre de su sangre,  y una madre que sin animo de menguar las capacidades de su hijo, prefiere vivir con los pies en la tierra y no proyectar las expectativas personales del adulto en el mismo (“cariño tu has tenido un hijo, no has ganado una vida extra para jugar otra partida”).

Mediocridad

Y a partir de aquí se monta una discusión brillante ente ambos, donde se discute entre la fina línea de educar y motivar sin “techo de cristal”, y la necesidad de tener los pies en la tierra y normalizar la realidad más abundante y no por ello vulgar: la mediocridad. Este punto que puede parecer “tirar abajo” las posibilidades o sueños de un hijo, puede ser el “peso” que estabilice el riesgo de disparar fantasiosamente la proyección en un hijo sin observar y promover otros elementos como la fantasía, la tenacidad, el esfuerzo, la paciencia y sobre todo…sus capacidades. La madre en ese aspecto muestra sus cartas con sencillez: “la mediocridad no está mal, vivir frustrado por ser mediocre sí…”, “que mi hijo será lo que le de la gana…pero que no sea un frustrado, que no sienta que ha fracasado por ser normal”, “que tu no estés frustrado porque él sea un mediocre…ser mediocre no es algo malo, por definición es ser lo más normal del mundo”…

Se defiende tener sueños grandes, pero separa claramente la importancia de no asociar los mismos a la felicidad por si se siente frustrado al no alcanzarlos. Este punto es de suma importancia, porque uno de los puntos clave en terapia infantil, es hacer entender a los padres que el esfuerzo que hacen de manera desproporcionada porque sus hijos sean felices, sobreprotegerles para que no sufran y alcancen las cosas de forma más inmediata y eficaz posible para que no se enfaden…es justo lo más lejano a lo que necesitarán manejar de por vida: la tolerancia a la frustración, el esfuerzo, la paciencia y la perseverancia.

El mero hecho de intentarlo con pasión es ya todo un destino

Se habla pues de la importancia de creer en la capacidad de los hijos por alcanzar los sueños que se propongan (como una meta), olvidando de algún modo, que los sueños, sueños son y que lo realmente importante es el camino para alcanzarlos, las dificultades a sortear y las decisiones que se toman, así como la capacidad de afrontar los imprevistos e ir admitiendo las limitaciones personales mientras que de forma resiliente se intenta superar hasta que haga “el neto” entre el esfuerzo y la consecución de los objetivos y valore si seguir en la lucha, o parar y sentirse orgulloso por el esfuerzo. Se alcance el sueño o no, el mero hecho de intentarlo con pasión es ya todo un destino, y el apoyo de los padres, es valioso no sólo en tanto en cuanto alcance la meta, sino en el orgullo que genera ver a tu hijo luchar, y el mensaje de incondicionalidad y satisfacción que se desprende de ser nada más y nada menos que eso…tu hijo.

La clave de consensuar la crianza

En este aspecto, la coordinación en los objetivos y formas de crianza parental son clave para que el niño reciba un mensaje unívoco, claro y eficaz, que en definitiva le dará una base segura desde la que explorar sus sueños y fantasías, pero con los pies en la realidad. Y esto, se define hablando, escuchando que supone para cada progenitor el que las cosas se hagan de una u otra manera y buscar un acuerdo común que haga sentir bien a ambos.

Al final del capítulo, se presenta paradójicamente el baile de roles donde casi se produce el intercambio de posturas, y digo casi porque en el fondo… la idea de poner los pies en la tierra da una sensación de anclar a tu hijo a una realidad de la que eres parte y supone “perpetuarle” en la mediocridad privándole de soñar cosas diferentes…y eso genera cierta angustia que se disipa tomando decisiones irracionales. Simplemente brillante.

Ver el capítulo "El Astronauta" de la serie Gente hablando

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